martes, 25 de septiembre de 2007

Pilar regresa con el otoño


Me doy cuenta de que es otoño porque ha llegado Pilar, esa hermana adoptada y adaptada que se ha convertido en la única responsabilidad que he asumido en la vida de forma voluntaria y sin resignación. Me gusta la vitalidad y la curiosidad que aplica a la vida. Esta especie de Heidi que bajó de las montañas de Resconorio con tres años ya aspira a diez y ha cambiado la vida rural por el MP3 y el material escolar de Ágatha Ruiz de la Prada.

El proceso de adaptación de Pilar a la vida urbana está lleno de anécdotas. Cuando aterrizó en Santander pronunció dos grandes frases: "¿Dónde están las vacas?" y "¿Por qué han tapado lo verde?" (referido al cemento). Después pidió dos cosas: una dentadura postiza y unas gafas de leer. Alguien le dijo que se le iban a caer los dientes y pensaba que bastaba con ponerse lentes para descifrar las letras sin haber pasado por la escuela.

Lo que más me llama la atención es su temprana vocación lectora de periódicos. Hace los sudokus de 'El pequeño país' y su sección preferida es la de esquelas. Todos los dias cuenta las que llevan foto y las que no. Su particular cofre del tesoro es una bolsa de plástico en la que guarda las fotos que recorta de las esquelas de niños e instantáneas de vacas, algunas incluso con Revilla. En junio hizo la Comunión, "por probar la galleta", justificó con indiferencia. También escribe poesía ayudándose de una peculiar lista de palabras que riman y que almacena anotadas en un cuaderno. El invierno pasado escribió lo que bautizó pomposamente como 'El libro de las enfermedades de la familia', allí aparece registrado el día en que mi primo Sergio se metió una alubia por la nariz y cuando a mamá le dió un 'alcólico' de riñón. Cada vez que alguien tose se pone en guardia con entusiasmo, por si empeora y puede abrir un nuevo registro.

El sábado fuimos juntas a comprar un móvil nuevo. La dependienta nos preguntó con qué prestaciones le queríamos. Que tenga tapa, dije yo. Que sea de colores, dijo Pilar. Nos llevamos un caramelito azul celeste. Pilar se ocupó de hacer el traspaso de tarjetas, copiar la agenda y explicarme cómo funciona. Por último, sentó a su jirafa de peluche en una silla, le atusó el pelaje y le sacó una foto que puso de salvapantallas. "Para que tengas una foto de mi cría", me espetó. Es la única niña que conozco que desde los tres años ya quiere ser madre y que juega a que tiene marido que, para más señas, se llama Miguel, es veterinario y trabaja en el zoo de Madrid.

lunes, 24 de septiembre de 2007

El escéptico que estrena diario


Últimamente tengo la sensación de que hago lo que me da la gana. Espero que no sea una ficción. Utilizo el si y el no con mayor vehemencia, siento más que pienso, dudo menos, me conduce el instinto y evito plantear consideraciones del tipo 'seguridad', 'comodidad' y 'conveniencia'. Lo relativizo todo. Y ahora casi todo puede ser indiferente. No tengo planes, ni esa pedantería que llaman proyecto de vida. Me asaltan pequeños caprichos, insignificantes afanes diarios, pulsiones vitales desprovistas de importancia que soy capaz de colmatar sin excesivo apuro.

También tengo la sensación de vivir en permanente tránsito. Desde que reventé el corsé de lo políticamente correcto y me liberé de la seguridad y del 'para toda la vida', estoy desconcertada. Exprimo emoción de las pequeñas cosas. Es todo raro. No se si es que ya no necesito tirarme en paracaidas o que floto de manera permanente sin tocar tierra firme. O que no digiero bien los bífidus.

Durante el último año y medio he vivido aceleradamente cobijada en hogares y espacios profesionales distintos en un extraordinario continuo y en improvisación constante. He aprendido mucho y mi agenda se ha multiplicado de forma extraordinaria. Pero de todos estos viajes quedan muchas experiencias, muchos teléfonos y un escogido número de personas que importan. Entre ellos, se cuenta un pretendido escéptico que inaugura un diario en el ciberespacio. Un cuaderno para la reflexión de quien dice de si mismo que morirá siendo aprendiz de escritor. Una de esas personas que llegan a tu agenda con vocación de permanencia que hoy estrena soporte para compartir palabras. Y espero que versos.
  • PD: Hoy sopla velas Lúxury UIMP. Tiene una sonrisa que nunca remite, aunque no haya 'rico' de postre. Cuando alguien necesite una profesional del márketing, la publicidad o las relaciones públicas que se pida a Lux.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Pócimas, pestañas y artículos del Vogue

Las revistas de belleza sólo sirven para hacernos parecer más feos. Si lees Nacional Geographic acabarás por conocer las singularidades geográficas y antropológicas del mundo, si te da por el suplemento El Cultural estarás al día en las propuestas culturales y si compras Actualidad Económica tendrás una buena radiografía del sector empresarial del país. Incluso si te aficionas a los catálogos de propaganda como José Emilio, lector empedernido confeso y alérgico a las tertulias radiofónicas, aprendes las utilidades de los productos de nueva generación o las bondades del Mister Proper.
Pero las revistas femeninas producen un misterioso efecto inverso: Cuanto más lees, menos sabes. Los potitos faciales y los bálsamos antiestrías surgen por doquier y las técnicas de belleza, tendencias y hasta las prendas de ropa cada vez adoptan nombres, texturas y pócimas más extravagantes.
Hubo un tiempo en que fui adicta al Vogue y vivía obsesionada por las tendencias, las gamas cromáticas, las máscaras de pestañas y el estilo del tacón de mis zapatos.
Apreciaba la diferencia entre un iluminador y unos polvos compactos, utilizaba el eye-liner con precisión y distinguía la huella de Joseph Font en las prendas de Zara. Después de un año comprando la Biblia de la moda, repentinamente me dio por abrir un libro de Paul Auster y ya nunca más regresé al Vogue.
Me quité un peso de encima. Ocurren tantas cosas en la vida que he pensado que ya no me compensa pasar más tiempo contemplando todas esas mujeres que nunca seré.
Pero partiendo de esta premisa, siempre he tenido una duda insondable: ¿Por qué en las portadas de las revistas de hombres siempre salen mujeres y en las de mujeres… también mujeres?
Los editores se han quejado de que las revistas masculinas tienen demasiado sexo y mujeres. Las de las mujeres, también tienen mujeres… y recetas de cocina, cuidado del hogar y consejos para que no se resfríen los gatos y para convivir con hijos hiperactivos y maridos que roncan.

viernes, 21 de septiembre de 2007

El cartero ya no llama dos veces


Abro más a menudo el microondas que el buzón del correo, porque las letras ya no viajan en papel. Ahora son diminutas señales que en lugar de transitar entre Santander y Lisboa sofocadas en el interior de una saca y mecidas al vaivén de una locomotora, se convierten en impulsos invisibles que se elevan más allá del cielo o que rebotan por esos bosques de alambre que escenifican el paisaje futurista que ahora se define como imprescindible para poder comunicarnos.
Las cartas son diminutas señales que ya no se trazan a tinta, sino a tecla, y que no viajan en una sola dirección, sino en varias, porque tienen la capacidad de multiplicarse convertidas en mensajes plurales capaces de alcanzar al ordenador o al teléfono de tantos nombres como queramos.
Ahora llamamos comunicar a lo que antes era decirnos cosas. Ahora las palabras vuelan, no viajan. Las letras no se envuelven en cálidos sobres que se van curtiendo en el trayecto y que llegan a las manos del destinatario con huellas y olores ajenos. Las frases son cada vez menos íntimas, las reflexiones más ligeras y las palabras más comunes.
Ya nadie espera al cartero. Los buzones son almacenes tristes, secos, en los que sólo reposan facturas, comunicaciones bancarias y propaganda. Cobertizos de spam. Cajones de promociones.
Bilbao parece la prehistoria. Allí, hace más de una década, vivía sin teléfono ni televisor. Años de cartas y telegramas. Las esperas, las ausencias y la distancia desprendían emociones cautivadoras. Las respuestas no venían del cielo, ni llegaban tan rápido como los sms. El tiempo transcurría más despacio.

Echo de menos las letras en papel, el tenue rumor del lápiz sobre un cuaderno nuevo, el sabor de los sellos, el olor de las cartas. Que me sorprenda el remite.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Neoparadigmas protesta


Si hasta ahora no creía demasiado en la utilidad de los sindicatos, después de comprobar como han evolucionado las artes de la reivindicación salarial me confieso espeluznada y estremecida ante tanto progreso en la escenificación mediática de conflictos laborales.
Las huelgas convencionales y los piquetes quedaron desterrados después del éxito de Full Monty y, a raíz de entonces, todo el mundo comenzó a bajarse los pantalones como símbolo de protesta. Que quiero aumento de sueldo, enseño el culo. Siguieron esta moda policías locales, guardias de seguridad, bomberos, deportistas, barrenderos y hasta un equipo de maduritas británicas con el plumcake ya revenido que cambiaron el te de las cinco por una instantánea en pelotas del grupo, bajo la peregrina excusa de recaudar fondos para impartir cursillos de macramé a féminas descarriadas. La fiebre del topless trasero arrasaba en el mundo ante la mirada atónita de sesudos analistas de la contemporaneidad y estudiosos sociólogos masterizados en Harvard que, a estas alturas, aún no han enunciado ninguna teoría ni aportado una explicación razonable a este singular fenómeno de nudismo-protesta.
Para toda una generación, el culo se elevó a la categoría de icono reivindicativo y sustituyó al soporte clásico de la pancarta. La fiebre de retratarse en bolas perduró hasta que nos hicimos inmunes a tanto culo sin cobertor. Las bajadas de pantalones dejaron de causar efecto coincidiendo con el inicio de Gran Hermano y otro realitys semejantes donde, entre otras banalidades arrasaba el edredonig, que aunque no está catalogado como vehículo de protesta, contribuyó a hacer decaer el interés por los culos al aire.
Conscientes de ello, hay quiénes ya se han puesto manos a la obra para encontrar fórmulas alternativas y eficaces de protesta. En Italia, por ejemplo, han hecho dieta por un día. Por un día sin pasta, para protestar por el incremento de precios en la alimentación. El ayuno reivindicativo ha tenido un éxito sin precedentes: la mitad de la población no comió macarrones, en un país en el que nunca tantos han estado de acuerdo ni para votar una opción política en las urnas. Pero el hito de la innovación lo han protagonizado los trabajadores italianos, también, de IBM que para protestar por los recortes salariales han hecho una huelga en Second Life. Bienvenidos, señores, a la primera virtual de la historia. Claro que original y eficaz son dos conceptos distintos. Avatares del destino… y de la ciberrealidad.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Alérgico a la realidad


Acabó de ver el telediario, se recostó en el sofá del salón de su casa y, de súbito, cuando el sopor de la siesta amenzaba con anular su voluntad, comenzó todo. El corazón brincó dentro de su caja y comenzó una frenética secuencia de sacudidas con un ritmo endiabladamente rápido en contraste con el cuerpo, que comenzaba a despertar del letargo y emitía leves espasmos, tratando de detectar el porqué de aquella acelerada e improvisada actividad. El episodio de descoordinación entre corazón y caparazón acabó en la camilla de un hospital. Tras someterse a la extracción de todo tipo de fluidos, los médicos determinaron un padecimiento extraño, ajeno, que dio lugar a todo tipo de murmuraciones. "Su corazón está enfermo de crispación". Ni de ansiedad, ni de estrés. El médico fue claro, estaba crispado. Su corazón es alérgico a la realidad.

No es una fábula de Borges. Su enfermedad es profundamente cautivadora. Tal vez porque es un mal romántico que recuerda a esa pasión sin tiempo que García Márquez compuso para aquel atormentado Florentino Ariza que durante toda una vida amó en silencio a Fermina Daza. Florentino enfermó de amor... y mi protagonista de crispación.

Uno siempre es el gran amor de otra persona, aunque nunca llegue a saberlo. Fermina Daza llegó a saberlo. Pero no se cómo demonios inventarme una terapia para curar un corazón crispado. No encuentro recetas mágicas, pero hay una pócima infalible para sonreir más: hacer cosas que nos gustan, comer algo rico todos los días, fumar ese cigarrillo que nos han prohibido, dar más abrazos y más besos, ensayar sonrisas en el espejo del cuarto de baño... y tener siempre a mano unos auriculares para conectarnos al MP3 cuando se tuerce todo. Si la música amansa a las fieras, también podrá dulcificar crispados.

PD: Esta historia está basada en hechos reales. La identidad del diagnosticado crispado se mantiene oculta por motivos de seguridad.

martes, 18 de septiembre de 2007

Merienda con el ministro

Estoy convencida de que no puedo tener una vida convencional. Ahora mismo estoy ejerciendo de canguro del hijo del ministro de Cultura de Guatemala, que se personó en casa con el nene para dejarmelo en depósito mientras se va a ver los desfiles de la Semana de la Moda. Estos ministros de allá van y vienen solos, sin chofer ni escolta y se sientan en el sofá de casa y comentan contigo la intervención de Revilla en el programa de Boris, con las anchoas siempre a mano.
Me imaginaba un Carlos Alfredo en miniatura con la tez cetrina de Rigoberta Menchú y me aparece en casa un nene de año y medio, rubio, con la tez tan pálida que parece que salió del horno antes de tiempo, cuando todavía estaba crudo. Es un guatemalteco simpático. Pero no tan gracioso como lo que le pasado a Imelda Marcos que, debido a los juanetes, a partir de ahora sólo podrá calzar zapatos ortopédicos.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Construir mis recuerdos


Hay una escena de la película ‘Tu y yo’ de Leo McCarey en la que Deborah Kerr dice a la anciana dueña de una villa de la costa italiana que le gustaría retirarse a vivir en un lugar de ensueño como su casa. La abuela en la ficción de Cary Grant, le responde: “Antes tienes que fabricar tus propios recuerdos”.
Desde que escuché esta frase supe que en determinado momento la vida se detiene a pesar de que sigues vivo, que se produce una especie de punto de inflexión en nuestro tránsito vital a partir del cual ya no hay experiencia ni acción, sino memoria.
Ignoro cuando me llegará la hora de alimentarme con mi propio pretérito pero, desde entonces, almaceno con mayor mimo en mi memoria algunos gestos que antes eran insignificantes como inesperadas sonrisas, cálidos abrazos, reflexiones, carcajadas, caricias, besos y palabras.
A veces cierro los ojos, me imagino que ya llegó ese momento y evoco mentalmente algunos recuerdos especialmente gratos. Los más poderosos, los más emotivos. Es un ingenuo ejercicio para calcular la densidad emocional de mi catálogo de escenas, olores y sentimientos. Esa hoja de ruta emocional escrita en mi diario personal cuyo contenido de palabras, imágenes y sensaciones evocaré para construir mi futuro. Cuando crezca un poco más y dude un poco menos.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Penélope, cuéntame

En una ocasión le propuse a Alberto Ibáñez incluir en alguna de sus publicaciones un cuestionario tipo en el que los entrevistados compartirían con los lectores sus recuerdos de determinadas fechas claves de la historia reciente. Rescatar de la memoria dónde estaba uno el día que murió Franco o qué cenó la noche del 23-F, es un truco infalible para alimentar conversaciones.
En realidad, uno de mis irrealizables proyectos vitales consiste en componer un libro que lleve por título ¿Dónde estaba usted cuando murió Franco? en el que una nómina de ciudadanos anónimos rememoren cómo vivieron la experiencia y compartan las reflexiones y preocupaciones de ese momento. Puede parecer intranscendente, pero creo que un proyecto de estas características, con una cuidada selección de testimonios, contribuiría a enriquecer la memoria histórica que siempre se acaba trasladando a los manuales escolares bajo un barniz académico carente de reflejos emocionales.

Por ejemplo. Para mi, Franco se murió por teléfono. Cuando mi tía Mari hizo sonar el aparato gris y mi madre, tras atender la llamada, se santiguó y nos comunicó lacónicamente que no había colegio. Durante tiempo me fascinó la idea de la muerte, que pasó a ser sinónimo de vacaciones. Dos años más tarde, bauticé con el nombre de Felipe González al muñeco llorón que me trajeron los Reyes Magos y que todavía conservo. Ya de mayor, y ante mis reiteradas súplicas, Pepe Guerrero me invitó a una cena con Felipe González y otros cuatrocientos devotos más. Insistí en acercarme a su mesa para hablarle de 'mi Felipe', pero una mirada de Pepe me hizo desistir en el intento. Aun así, considero que mi peculiar infantil homenaje al felipismo debería constar a modo de anécdota en la biografía del ex presidente. Fue una revelación, algo más frívola, eso sí, que esas señales de poder mental que emiten los niños lama.

En cambio, de la noche del 23-F apenas guardo memoria porque mi madre me mandó a la cama pronto alegando que aquello "no era para tanto". Al día siguiente, cuando me paré en el quiosco de camino al colegio, descubrí lo que son mentiras piadosas.


Pero de lo que estoy seriamente avergonzada es de haberme perdido completamente el 11 de septiembre. Mientras medio mundo contenía la respiración en el sofá de su casa observando atónitos frente al televisor la caída de las torres gemelas, Gema y yo disfrutábamos de nuestro particular limbo gastronómico. Dos periodistas comiendo una ración de papas en el chiringuito de un centro comercial ajenas al mejor directo televisivo de la historia. Una vergüenza que no se como se lo vamos a explicar a Marta -la hija de Gema- cuando crezca. Nos detuvimos en un cajero y sacamos entradas para el espectáculo de Antonio Canales en Tantín. Permanecimos vírgenes al cisma mundial hasta que a las cinco de la tarde llegamos a la oficina y un compañero, visiblemente alterado, trató de ponernos en antecedentes. Desprecié lo que me pareció un relato con una excesiva carga dramática. Le despaché diciendo: "no habrá sido para tanto". Utilicé el mismo tono que mi madre, aquella noche de Tejero, cuando le restó importancia al asalto del Congreso para no preocuparme. Hice un ridículo histórico espantoso, ¿verdad, Gema?

martes, 11 de septiembre de 2007

De ravioli y muerte

Shakespeare dejó dicho que el tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que temen, muy corto para los que gozan, eterno para quienes aman y muy largo para los que sufren. Tal vez por eso todos los días se suicidan tres mil personas en el mundo. Pero como no conozco a ninguna de las que lo han hecho hoy, me quedo con la noticia de que Falcon Crest se ha teñido de luto. Ha muerto Ángela Channing, esa Belinda con mayordomo chino que tuvo como marido a Ronald Reagan. Precisamente el día en que Italia vive la convocatoria de un día sin pasta para protestar por el encarecimiento de la cesta de la compra. Me encanta esta huelga de hambre a la italiana. Hoy, también, la Comisión Europea ha confirmado que ha desistido en su intento de imponer el sistema métrico decimal en Gran Bretaña e Irlanda, por lo que podrán continuar calculando en millas en vez de en kilómetros y en pintas en lugar de litros. Estoy encantada de comprobar que Europa no ha conseguido ponernos el uniforme. El viejo continente conserva sus manías, costumbres y peculiaridades.

lunes, 10 de septiembre de 2007

La neurona ideológica

El profesor Bacterio existe. Sólo una caricatura de cómic puede haber desperdiciado su vocacion investigadora en intentar explicar de manera científica que hay cerebros de izquierdas y de derechas, pero no desde la ambivalencia entre zurdos y diestros.
Según reflejan los medios de comunicación, un tal doctor Amodio -de apellido, norteamericano excéntrico- ha consagrado los últimos años de su vida a demostrar que hay diferencias cerebrales entre personas con mentalidad progresista y conservadora. Es decir, que ser de izquierdas o de derechas no es más que una cuestión biológica. Este personaje sostiene que las neuronas determinan nuestra ideología. Nacemos programados para ser progres o conservadores en función de las diferencias en la corteza cingular anterior. La de los de derechas tiene menos actividad y, por tanto, son más reacios a aceptar cambios en su pensamiento y juicios morales. Los de izquierdas, en cambio, son más receptivos al cambio y toleran mejor la ambigüedad.
Me pregunto si Amodio ha contemplado una tercera vía, la que distingue a aquellos individuos excesivamente proclives a los vaivenes ideológicos ¿qué pasa con cerebros como el de Jiménez Losantos que oscilan desde el extremo de la izquierda al extremo de la derecha? ¿Tiene una corteza cingular pendular? ¿están enfermos? ¿conviene lobotomizar para fijar una ideología constante a lo largo de la vida? ¿padecen un retraso cingular los chaqueteros? ¿conviene reforzar la dieta con ácido fólico para evitar los efectos del transfugismo? El doctor Amodio ha abierto nuevos interrogantes científicos.
Al parecer, el bacterio norteamericano sólo tiene claro que la abstención electoral nace del subconsciente. Bendice señor a los pobres abstencionistas porque no saben lo que hacen. Yo, por mi parte, me comprometo a acatar ciegamente los dictados de mi corteza cingular. Para eso nacemos con el voto puesto.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Pamelas y cenizas


Soy una enferma de la información, que es una sutil manera de encubrir bajo un barniz profesional lo que no es más que una necesidad vital de satisfacer mi insaciable curiosidad. Hoy es sábado y he madrugado para disfrutar leyendo periódicos. Confieso que cada vez me cuesta más digerir la información cercana y, a cambio, encuentro enormemente seductora cualquier mínima reseña de un suceso acaecido en un rincón lejano. Me hastían los debates sobre las banderas, el crecimiento económico, la exaltación de España y el contenido de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Me interesa más saber qué pasó ayer en Islandia, tal vez porque la mayoría de los medios de comunicación se alejan cada vez más de los intereses de los ciudadanos y se han convertido en meros reproductores de réplicas y contrarréplicas entre políticos. De hecho, lo más interesante de la prensa regional de esta semana ha sido la excéntrica pamela que lució la hija del catedrático Sarabia –el rey del cluster- el día de su boda y la pérdida en Ciriego de las cenizas de una señora, que se enviaron por error a Coria en agosto de 2006… y todavía no han vuelto. Las únicas noticias que soy capaz de recordar.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Mi particular 'water-gate'

Meme. Tras post y blog, me veo forzada a incorporar este nuevo vocablo a mi diccionario particular. Justo esta semana, cuando aún estoy digiriendo este inquietante término: `Solidaridad hídrica´, acuñado por Paco Water a consecuencia de nuestro fonéticamente particularizado water-gate del Ebro.
Hilvano. Se supone que yo recibo el meme, que viene a ser como un encargo en cadena, y escribo algo alusivo al tema. Tengo que hablar de mi relación con el medio ambiente. Ahora que reflexiono sobre ello, me siento un poco mezquina, por lo endeble de mi compromiso medioambiental: No tengo perlizador, me dejo acariciar por frecuentes baños de espuma aromados con aceites esenciales, a lo largo de mi vida he reciclado más novios que envases de tetrabrik y aniquilo sin remordimiento todos los bichos que invaden mi espacio vital, por pezqueñines que sean, contra el criterio de mi amiga Blanca (saludos para las chicas LolaMora), que se pasa a vida indultando moscas.

Ante este despropósito que roza el delito no encuentro más culpable que mi propio medio ambiente, mísero destino que no me ha proporcionado ni el alivio de poner en mi vida un fontanero que arregle la cisterna, que pierde. Desde hace años. Si me denuncian, decid en mi descargo que me jugué el dinero de la factura de Aqualia en el bingo y que mi familia repondrá la fuga gota a gota.

Juro que yo siempre he tenido el antojo de disfrutar de los favores de un fontanero, pero no puedo frenar una forzosa, irremediable y fatal atracción hacia individuos peligrosamente interesantes. Existe una fuerza misteriosa, una ilógica vocación, una cadena de invisibles eslabones, un descomunal meme mágico que ineludiblemente conduce a las personas hacia otras personas con idénticos perfiles. Una enfermiza conexión que a lo largo de la vida va juntando almas gemelas.

Esta semana he descubierto otro alambicado e interesante personaje. Pero persiste el goteo en mi cuarto de baño.

lunes, 3 de septiembre de 2007

La ciudad indiscreta


Hoy me decidí a celebrar el primer día de septiembre libre de turistas acercándome a los Groucho a disfrutar de una dosis de cine de autor. Como estoy leyendo un libro japonés elegí una película turca. Esto si es un festival intercultural y no la ñoñada gastrofestiva municipal del Sardinero. Eran un turco y una turca –deconstrucción gramatical políticamente correcta- que ya no tenían nada que decirse como pareja. Y esa es la razón que compone una deliciosa cinta llena de miradas en donde sólo hablan los ojos y los gestos. Encuadre y luz. A Sertorio le va a gustar.


De regreso a casa he constatado que Santander es una ciudad profundamente indiscreta; al dar la vuelta a cualquier esquina cualquier lunes, emerge sin anestesia el pretérito adolescente. Se han cruzado en mi camino –además de Óscar, buscando lecho para su descanso nocturno por culpa de una invasión de checos- dos espíritus del pasado: Fran y Coque. Éramos pandillita de pequeños, cuando teníamos quince y colábamos por dieciocho en aquellos garitos donde no pedían el carné. Por eso nosotros no tuvimos necesidad de inventar el botellón. Bebíamos cubatas a los quince en las barras de los pubs, con la prestancia de un lord inglés, y quemábamos Marlboros que brotaban de gramolas de nicotina sin cepo. Fran y Coque han seguido una progresión lógica: tienen más kilos y menos pelo. Como me cuesta tanto desprenderme de los afectos, me he tomado unas cañas para dar muestra de mi cariño. Pronto empezó el cuestionario y tuve que explicar todo el rollo ese de que a mi no me suena el despertador biológico.


Me entraron ganas de refugiarme en mi madriguera pero no sabía cómo sacudirme el pretérito con delicadeza, sin romper esa cadena de afecto sagrada para gente tan sentimental como yo. Miré hacia la izquierda de la barra, buscando un salvavidas, y me tropecé con un ex novio filmotequero maniático. Qué desazón. Una excusa poco solvente me sirvió de evasiva. Pero antes de entrar al portal me encontré con una compañera de instituto –ya sabéis, a la que una vez llamé sofisticada y pensó que le estaba insultando- que me obligó a mantener un afecto fingido durante diez minutos. Aún tuve que padecer otro atentado más a mi intimidad antes de entrar en conexión con la paz de mi ‘palomar’. Una vecina locuaz de verbo vertiginoso me acorraló en la escalera.


Yo sólo quería ir al cine y disfrutar de la experiencia en soledad. Pero aquí, donde habitan los STV’s, todo es plural y colectivo, nada es íntimo ni personal.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Razón y corazón


El otro día leí que no tenemos corazón. Todo está en el cerebro... el alma, las ideas e incluso el amor. Me parece algo aberrante e incluso soez, ¿cómo mis pulsiones amorosas más fervientes pueden compartir espacio con la memoria de la tabla de multiplicar?

Me he pasado la vida defendiendo el corazón frente a la razón y ahora resulta que son marionetas movidas por el mismo hilo de materia gris. Prefiero que cada cosa siga en su cajón: Las ideas en el cerebro y los sentimientos en el alma. Para mi es importante la existencia metafórica de dos contenedores que simbolizan la tensión entre razón y corazón, además de dos memorias, la emocional y la cerebral.

Aunque esa mezcla de contenedores no contribuya a explicar cómo puedo querer a dos personas a la vez y porqué, sin embargo, un rato cada día, les engañaría con cualquiera, como dice Sabina. Punset dice que la gente feliz está siempre enamorada. Pero no garantiza que los más listos sean más felices.

También dice que envejece el que no se enamora. Pero no explica cuánto desgastan las secuelas del desamor. Porque lo peor del amor es cuando pasa. Hasta que otra vez el cerebro toma el control del corazón.

Mi mascota pepe el pez

Geo Visitors Map
Powered By Blogger