martes, 30 de diciembre de 2008

La página 14

Sólo he tenido ojos para ese anuncio. Lo he leído y lo he vuelto a leer. Y sus palabras permanecen en mí. No me puedo sustraer a su mensaje, aunque reconozco que su primera lectura desprende un aroma cursi. Es un texto breve, enmarcado en un recuadro que destaca por encima de todas las páginas del periódico. Es imposible que la gente no se fije en él. Pero a mi alrededor, en la cafetería donde desayuno, la gente pasa las páginas absorta en otros titulares. No entiendo cómo pueden evitar detenerse frente a esa frase que hipnotiza y que, de repente, convierte en absurdo el resto del contenido del periódico de hoy.
Página 14. “59 años. Pocos años para tanto amor. Te quiero”. Su lectura lo paraliza todo sin que nadie lo perciba a mi alrededor. Ni siquiera está firmado. Un amor tan poderoso no necesita remite, sólo destinatario. Y, hoy, ese anuncio estaba exclusivamente dedicado a un lector.
Siento que su lectura perturba esa relación, que me convierto en una espectadora privilegiada de una correspondencia íntima, que puedo compartir una intimidad que no me pertenece. Quiero pensar que quien escribe no sabe si llegará a su amada. ¿Amada? Instintivamente me aferro a la idea de que está escrito por una pluma masculina para una mujer que no sabe que está dirigido a ella. La emoción contenida en este escaparate me lleva a recordar que uno siempre es el gran amor de otra persona, aunque nunca llegue a saberlo.

lunes, 29 de diciembre de 2008

La vida sin palabras

A veces todo es más fácil sin palabras. A veces una palabra, incluso al otro lado del teléfono, lo cambia todo. Lo desordena. Lo altera. A veces una palabra nos invade sin que podamos despegarnos de su recuerdo. Parece que aquello que no se pronuncia duele menos porque es como si no hubiera pasado. Aunque son los silencios los que trasmiten la peor emoción, que es la incertidumbre. No es el amor lo que perturba la vida, sino la incertidumbre del amor. Vuelvo a combatir la incertidumbre con un ejército de palabras. A sabiendas de que, a veces, todo es más fácil sin ellas.

Mi mascota pepe el pez

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