martes, 14 de agosto de 2007

Cerebro y corazón

Hoy Bush se ha quedado sin cerebro. Al parecer, disfrutaba de uno de alquiler, una maquinaria sustancialmente deformada por la falta de escrúpulos que, durante demasiado tiempo, ha escupido al mundo odio, fanatismo y desigualdad, en una proporción letal que destila pestilencia emocional por todos los poros.

Al producto malformado del defectuoso pensamiento de Karl Rover -la eminencia gris (con qué acierto barniza de cursiva este término hoy El País) del presidente Bush- algunos lo definen pomposamente como 'ideología neoconservadora'.

Conforman un peligroso subgénero de pseudopolíticos voraces, pragmáticos y amorales, para los que todo vale, para quienes los fines justifican los medios. En España, el patético laboratorio de ideas del PP trata de seguirles los pasos y este empeño ha generado alguna caricatura como Aznar. No es el único monigote de la feria de vanidades neocom.

Se creen que polarizar, capitalizar, radicalizar, enfrentar y matar -la última escala de su bitacora vital para salvar el planeta- es ejercer la política y asumir la responsabilidad de gestionar el mundo.

De sus manos, todavía gotea sangre por Afganistán e Irak.

Quienes se dejan asesorar por estos cerebros sin escrúpulos no saben que la fría inteligencia no basta sino va acompañada por un corazón.

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