viernes, 26 de octubre de 2007

La maleta de recuerdos


Estoy atrapada por la historia de Zlata Filipovic, la Ana Frank de Sarajevo, autora de un diario que recoge el testimonio en primera persona de una niña de doce años del dolor, la muerte, el hambre y la tragedia que padeció. El relato de esta mirada infantil sobre la realidad bélica, permitió que Zlata y su familia pudieran abandonar el trágico escenario que habitaban.
Hoy cuenta en El País la angustia que le provocó tener que decidir qué guardaba en la maleta ante la premura de su huida. Se llevó los libros, la colección de bolígrafos de colores y gomas de borrar y un osito de peluche. Sus padres, la colección de fotos familiares.
¿Qué se lleva uno puesto cuando sale huyendo?
En una ocasión, alarmados ante la repentina y misteriosa aparición de una grieta de considerables dimensiones, los expertos decretaron un desalojo preventivo del edificio que habito. Entré en casa decidida a recuperar algunas pertenencias y poner a salvo ¿lo más importante?, ¿lo más valioso?, ¿lo más útil?
Me detuve aturdida en medio del salón tratando de discernir cual de todo aquel material privado que me pertenece era realmente irremplazable en mi vida. Sólo se me ocurrió salvar una foto y un libro, porque sus páginas huelen a mi fugaz pretérito en común con Ángel. Es una selección indecisa, incompleta, irracional, inconsciente.
Sin pretenderlo, uno otorga preferencia al valor sentimental por encima del material. Y se inclina por conservar lo que no se vende en las tiendas.
Ojalá Zlata, como todos nosotros, pudiera haber dejado atrás el dolor con la misma facilidad que abandonó los calcetines, los juguetes y las horquillas de pelo en Sarajevo. Ojalá en ciertas ocasiones pudiéramos viajar más ligeros de equipaje. Todavía.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No es mala propuesta esa de reflexionar sobre ¿qué me hubiera llevado de casa en una situación límite? ¿el ordenador? Quizá nada.
Escéptico

Anónimo dijo...

Creo que guardarías en tu maleta una foto de esa Mónica que tanto te fascina...

Anónimo dijo...

Me has recordado un libro que leí de pequeño en la biblioteca municipal y que me impactó hasta tal punto que me lo tuve que comprar hace un par de meses.

La autora, Judith Kerr, cuenta sus recuerdos de infancia. Era la hija de un escritor crítico con el nacionalsocialismo y ante la llegada al poder de Hitler, la familia abandona su casa.

Cuando se marchan, se llevan todo y la niña Judith no puede llevar todos sus juguetes. Tiene que elegir entre un peluche nuevo que le acaban de regalar con el que no ha podido jugar todavía, y su raído conejo rosa de siempre, con el que dormía desde bebé.

Opta por el peluche nuevo. Y cuando en el exilio se da cuenta de que la situación va a ser permanente, se arrepiente porque echa de menos su juguete. El conejo rosa se convierte en la infancia que perdió súbitamente por culpa de los nazis.

El libro se títula 'Hitler robó el conejo rosa' y entre las perlas que arroja, está el deseo de la protagonista de tener una vida 'trágica' para poder ser artista, las peleas del recreo de niños que simulaban ser nazis y judíos o cómo la niña no comprendía que sus padres estuvieran tan preocupados haciendo tanto calor fuera...

AnimalUno dijo...

A veces no queda más remedio que viajar ligeros de equipaje

Mi mascota pepe el pez

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