
Lo cuenta mi colega Mónica Salomone -una magnífica periodista muy vinculada a la UIMP y a Santander- en un magnífico reportaje sobre `Superpoderes casi posibles' en El País.
Desde que tomé conciencia de este peligro, intento por todos los medios relacionarme con mi pretérito en un afán -puede que ridículo y excesivamente ambicioso- de mantener activos mis recuerdos. Los buenos y los malos. Si olvidara estos últimos, perdería también mi identidad porque aunque los malos recuerdos a veces atormentan, también sirven para valorar el grado de intensidad de las imágenes positivas que se almacenan en nuestra hoja de ruta.
Es cierto que hay recuerdos olvidados, almacenados en el desván de la memoria. Anoche, sin ir más lejos, una cara me hizo rebuscar en el preterito y experimenté un proceso ciertamente amnésico, el de sonreir y saludar a alguien que reconocí pero no identifiqué.
Podía haber seguido a mi acompañante pero, abandonando el Palacio de Festivales tras el concierto del contratenor Andreas Scholl, me demoré a propósito para interactuar y rescatar la memoria. Ha funcionado. He salvado -ahora recuerdo- al singular periodista y escritor Antonio Sempere, del olvido.
2 comentarios:
Hola por aquí pasé descubriendo blogs, me gustó mucho este texto, hoy curiosamente lo comentaba, se me olvidan las personas( que fuerte) sus nombres, historias, etc, lo unico que recuerdo son las caras, pero de nada sirve si no puedo relacionarles.
saludos
Es cierto, por eso no nos podemos dejar llevar por el olvido...
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