miércoles, 19 de septiembre de 2007

Alérgico a la realidad


Acabó de ver el telediario, se recostó en el sofá del salón de su casa y, de súbito, cuando el sopor de la siesta amenzaba con anular su voluntad, comenzó todo. El corazón brincó dentro de su caja y comenzó una frenética secuencia de sacudidas con un ritmo endiabladamente rápido en contraste con el cuerpo, que comenzaba a despertar del letargo y emitía leves espasmos, tratando de detectar el porqué de aquella acelerada e improvisada actividad. El episodio de descoordinación entre corazón y caparazón acabó en la camilla de un hospital. Tras someterse a la extracción de todo tipo de fluidos, los médicos determinaron un padecimiento extraño, ajeno, que dio lugar a todo tipo de murmuraciones. "Su corazón está enfermo de crispación". Ni de ansiedad, ni de estrés. El médico fue claro, estaba crispado. Su corazón es alérgico a la realidad.

No es una fábula de Borges. Su enfermedad es profundamente cautivadora. Tal vez porque es un mal romántico que recuerda a esa pasión sin tiempo que García Márquez compuso para aquel atormentado Florentino Ariza que durante toda una vida amó en silencio a Fermina Daza. Florentino enfermó de amor... y mi protagonista de crispación.

Uno siempre es el gran amor de otra persona, aunque nunca llegue a saberlo. Fermina Daza llegó a saberlo. Pero no se cómo demonios inventarme una terapia para curar un corazón crispado. No encuentro recetas mágicas, pero hay una pócima infalible para sonreir más: hacer cosas que nos gustan, comer algo rico todos los días, fumar ese cigarrillo que nos han prohibido, dar más abrazos y más besos, ensayar sonrisas en el espejo del cuarto de baño... y tener siempre a mano unos auriculares para conectarnos al MP3 cuando se tuerce todo. Si la música amansa a las fieras, también podrá dulcificar crispados.

PD: Esta historia está basada en hechos reales. La identidad del diagnosticado crispado se mantiene oculta por motivos de seguridad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué quieres que te diga, Pe. La admiración, desde luego, es mutua. Y es que aquí, entre fogones, pues como que me siento protegida y calentita. Un placer. Como leerte. Muchos bss carolinos...

Mi mascota pepe el pez

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