miércoles, 17 de octubre de 2007

El extraño caso de amor bipolar


Estoy fascinada por la historia de esa pareja de serbios que, sin saberlo, se enamoraron con otras identidades a través de internet y, cuando decidieron conocerse, descubrieron que ya llevaban casados varios años y que no se soportaban. En cuanto se deshizo el hechizo, decidieron divorciarse.


Me parece una decisión inteligente. La vida pasa demasiado rápido para desperdiciarla en intentar recomponer relaciones rotas -en este caso, probablemente confundiendo consuelo con amor- sólo por el temor a empezar de nuevo, que nos empuja a refugiarnos en lo conocido negándonos la posibilidad de vivir exprimiendo la máxima potencia sentimental.


Todo ese amor ciego, que brotó de la relación epistolar que mantuvieron, desapareció al descubrir que eran ellos mismos representando otros papeles. Esto me hace plantearme la capacidad de seducción que uno tiene en delantal. Es decir, al parecer pueden amarse en otro entorno, pero no en la rutina de su matrimonio. La vida doméstica en común es destructiva. Yo también me enamoraría de alguien a través de las palabras, sin roce ni convivencia. Supongo que resulta idílico y fácil engancharse a alguien que no desciende al plano de la realidad, alguien que nunca pregunta qué comemos hoy o a quién le toca limpiar el baño.


Luego, uno cambia de escenario, se pone las zapatillas y empiezan a asomar las manías. Algunas personas que únicamente mantienen un compromiso por compasión o falta de valor, corren el peligro de que esta rutina se altere a la menor convulsión sentimental. Tal vez por eso, esta pareja entró en individual ejercicio de efervescencia emocional, que confundió con amor, cuando cada uno por su lado creyeron encontrar a otro que les escuchaba y que no formaba parte del decorado doméstico.


La decepción rompió la magia cuando, al identificarse, ambos vieron al otro en zapatillas. Y decidieron no darse otra oportunidad. La chocante experiencia les ha hecho saber lo que no quieren y les ha dado el valor necesario para intentar vivir otra vida por separado.


Particularmente, siempre he encontrado menos dificultad en el fin que en el principio. Siendo duro, es más fácil afrontar el adiós porque vuelves a vivir con esa incógnita de no saber qué te espera a la vuelta de la esquina. Con esa arrolladora sensación de permanente efervescencia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo discrepo, Pe, sin ánimo de incordiar. El principio es difícil, pero emocionante; el final es dificíl, y nada emocionante. Como dijo aquel, pagamos el precio de la felicidad que nos ha sido (dada). Lo de los serbios es alucinante. Deberían haberse dado una oportunidad en el mundo virtual (y sin zapatillas), lo que me recuerda la canción aquélla de quién le mandaba flores en primavera..., etc. etc. Salut!

osanemeterio dijo...

Yo coincido en parte con los dos.

Deberían haberse dado otra oportunidad, aunque en zapatillas a veces el deseo las pasa canutas.

Marta Sanuy dijo...

A mi también me parecio un pedazo de historia. Suspensión de juicio de momento:¡Anda que no tiene flecos!

Darío Rayo dijo...

La gente de la que hablas parece a estar predestinada para hacer humor involuntario. Es tan fácil y normal caer en ello siendo una persona "romántica"(que palabra tan rosa").

Mi mascota pepe el pez

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