lunes, 1 de octubre de 2007

Mi lista de rincones mágicos

Durante esta ausencia he pintado las paredes del Palomar para reconciliarme con un espacio que últimamente se me antojaba de paso. La decisión de colorear la buhardilla supongo que responde a un inconsciente ánimo de permanencia en Santander. Me he rendido a la comodidad de un invierno en esta ciudad donde la vida se consume a pequeñas dosis, donde ante la ausencia de novedades la anécdota se convierte en noticia, donde los detalles y el pedigrí importan. Es raro. Tengo la sensación de que me atrapa este ritmo vital flaco, pausado hasta el tedio.
Nunca he podido percibir como propia esta ciudad en la que nadie se compromete con nada, tal vez porque mi vida siempre ha sido más intensa fuera de esta geografía sosegada. No obstante, hay rincones, detalles de Santander que se cuentan entre mis favoritos, aunque sólo sea porque me recuerdan a otras ciudades.

Mi itinerario particular. Rincones mágicos. Sitios que me hacen sentir bien. Ver flotar peces. Dejar la mente en blanco sentada en las gradas frente al acuario, en el Museo Marítimo. Bernardo me enseñó a compartir en silencio la calma que trasmite el cimbreante ir y venir de los peces. También me gusta sentarme en el muro del espigón de Puertochico con las piernas colgando sobre la bahía. La Peña del Cuervo sobre las vías de tren, una poderosa escenografía de película de Ken Loach. La Maruca, porque es el anti-Sardinero, porque no es artificial y porque es ese Santander autóctono que permanece en un inmerecido segundo plano. Velada nocturna en uno de los bancos que miran al estanque de recinto de Las Llamas. Cierro los ojos y aparezco ahí, mirando a la noche, y a César. El imponente horizonte desde la terraza del bar del Faro.

Prometo mirar de manera diferente Santander en busca de más rincones mágicos que iluminen el invierno.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuida esa melancolía. A veces da disgustos.
Melancolía + cerebro = escepticismo
Jesús

Anónimo dijo...

Te falta La Albericia, a la que Lonely Planet dedicará dentro de poco un monográfico.
Salud

Anónimo dijo...

Pues yo te sugiero dos barrios que nunca figuran en las guías de las visitas y de los que me confieso fan:
-todo lo que va desde el río de la pila hasta San Simón, Entrehuertas, subiendo incluso al "Alta", el antiguo cuartel frente a los Salesianos. Las mejores vistas de Santander, azoteas, casas de estilo un poco rural y todavías huertas en plena ciudad. sé que tiene partes negativas que conocerán mejor sus vecinos -y que yo intuyo cuando paseo por ahí-, pero sigue siendo bonito. al menos para mí.
-y por supuesto Tetuán, con sus bloques pequeñitos, de tres o cuatro alturas, su historia marinera, sus casas con jardín detrás. Le falla que hayan quitado esa parte del paisaje que era el Carla (desde un punto de vista estético, of course). Lo mismo digo, seguro que sus vecinos hablan de las cuestas, del botellón, del deterioro o del aparcamiento, pero Tetuán es un barrio con historia, posibilidades y bonito

Anónimo dijo...

Penélope: Me has dado una idea. Yo también cambiaré el color de mi estado de ánimo. Incluso, de esta ciudad, Santander, con ese mar que tanto me gusta. Quien sabe, igual así dejo de echar de menos el asfalto, los atascos y las prisas que, a pesar del paso del tiempo, sigo echando de menos. Besos miles
Aprendiz

Mi mascota pepe el pez

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