martes, 30 de octubre de 2007

Palabras para mi cuaderno nuevo


Ayer me regalaron un cuaderno. Es de color plata y puedo cerrarlo con una cinta elástica, para que no se escapen las palabras que guardarán sus páginas blancas de gramaje recio. Lo puse a mi lado mientras trabajaba, y no pude dejar de acariciarle en toda la mañana.
Tiene algo mágico, porque aunque no tiene espiral cualquiera de sus páginas permanece cómodamente abierta con la mayor facilidad. Me señala Escéptico que es de tecnología sueca, pero yo prefiero abrazarme al imposible de que, por si solo, se abre a su dueño para ser escrito.
Siempre me ha fascinado el papel. Empecé a escribir historias para agotar lo antes posible los cuadernos a golpe de letras y conseguir que me regalasen nuevos ejemplares.
Aquí, a mi lado, reposa mi nuevo cuaderno. He querido estrenarlo pero no me salían las palabras. Quería poner algo bonito, notable, con la suficiente entidad como para justificar el principio de un ejemplar tan especial. El principio es la mitad de todo. Pero ayer me visitó Víctor, y me distrajo. Mis hojas de plata quedaron a la espera de un mejor momento para la inspiración. Después, alguien llamó por teléfono, vestí de invierno el armario, aliñé mis recortes de periódicos y recuperé el inhalador de una caja escondida porque empecé a respirar con fatiga, en pequeños sorbos con silbidos prolongados.
Esta mañana también salí de casa acompañada por mi cuaderno de plata. Mientras esperaba el café del desayuno volví a estudiar el tacto, el olor y la textura de mi nueva propiedad. Aparté la banda elástica con un roce suave, abrí las tapas y, muda de sorpresa, leí en la primera página: “Para escribir silencios”, trazado por el lápiz de Penélope y con una letra que me pertenece. No recuerdo en qué momento de mi confusa tarde de ayer lo escribí. Tengo un cuaderno que habla.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un cuaderno en blanco no se puede regalar a cualquiera. Una vez regalé un Moleskine a alguien que,como tú, sabía que lo iba a llenar de pensamientos que deberían quedar reflejados en alguna parte.

A cambio, me dedicó la última hoja:
"Nadie puede regalar tiempo, gracias por el espacio".

Anónimo dijo...

Me encanta que compartamos esa fascinación por los cuadernos. De niña también deseaba ardientemente llegar a la última hoja para estrenar uno nuevo. Ahora ya no. Tengo dos en los que escribo mis cosas, pero siempre en casa. Uno lo compré en la bonita estación de tren de Valencia el 4 de enero del año 2000 y aún tiene unas pocas hojas en blanco. Otro me lo regaló Lola de una partida defectuosa que le hicieron en 2003 para la Vicepresidencia del Gobierno y que tenía un color que no era el índicado pero que a mi me gusto mucho. Son cuadernos corrientes, cuadriculados. Cuando acabe la última hoja me desprenderé de ellos, porque hace ya un tiempo que he aprendido a desprenderme de las cosas y de los recuerdos. Hacía tiempo que lo sospechaba pero Punset me ha confirmado que la mayoría de los recuerdos nos los inventamos.

PENELOPE GLAMOUR dijo...

Lux, me alegra que al fin dejes tus palabras en mi cuaderno. Me encanta la dedicatoria.

Gema, ¡¡no te desprendas de los cuadernos!! aunque tu venerado Punset confié en la imaginación

Mi mascota pepe el pez

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