viernes, 9 de noviembre de 2007

De lectores empedernidos


Ayer no terminé de contar la historia. Tanto leer, un día Fernando y yo acabamos por leernos la cartilla mutuamente y ahí se acabó el cuento. Reaccioné con un dramatismo tremendo y me escapé a Santander fingiendo que no me importaba. Para superar el desconsuelo pedí otro novio a los Reyes y esa misma noche, mientras me comía el roscón, conocí a Jaime, que era perfecto. Bueno, más bien perfectamente convencional. Creo que sólo me gustaba porque tenía un almacén de material escolar y la primera vez que me llevó a conocerlo, con nocturnidad y alevosía, no pude resistir la tentación de apropiarme sin permiso de un Pilot con tinta verde… y pité cuando atravesamos el escaner de la puerta de salida. Aquel almacén me parecía el paraíso y, definitivamente, los cuadernos y los lápices que me regaló fueron lo mejor de un noviazgo insustancial que no cuajaba porque no le gustaba leer, tenía chandal e iba al fútbol. Desde entonces ya no me fío de Melchor ni de sus amiguitos, sean Gaspar, Baltasar, la reina madre o Juan Carlos. De los que leen si, aunque se que no deberia porque a la larga son contraproducentes. La vida no se ha hecho para comprenderla sino para vivirla y los lectores empedernidos no se conforman con ejercer de espectadores. Buscan respuestas en las palabras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ahora entiendo mejor tu amor por los cuadernos y los lapiceros.
Escéptico

Mi mascota pepe el pez

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