martes, 6 de noviembre de 2007

El aroma del recuerdo

Un simple olor puede despertar el pasado en cualquier rincón. Hoy mientras curioseaba entre los estantes de una tienda, me invadió una fugaz y turbadora ráfaga de un aroma que no supe identificar, pero que desató en mi interior una vertiginosa sucesión de imágenes y sensaciones estremecedoras. Todo ocurrió en un instante. Cerré los ojos con fuerza, con esa urgencia casi ansiosa por atrapar un recuerdo huidizo que duda en abandonar su letargo, y asoma y se esconde en un vaivén acompasado. No quería moverme, para no perderlo. Ensimismada en medio de la potente sonoridad de aquel escenario me pareció que todo estaba en silencio. De repente, atrapé el recuerdo y éste pareció evaporarse de mi mente a través de las yemas de mis dedos, después de haberse propagado como un calambre por todos los rincones de mi cuerpo.
Aspiro ese fugitivo aroma que me traslada a un escenario olvidado. La frase es suya. Fue el viaje en coche más corto y más largo de mi vida. Aquella noche, volviendo de Bilbao, ajenos a la conversación de los demás, atraídos por un poderoso imán, incapaces de existir más allá de esa efímera y sutil realidad confeccionada a la medida de la intensidad de nuestras miradas. Mientras aquella carretera devoraba una distancia eterna y fugaz a la vez. Sin rozarnos. Es curioso, hasta hoy no recordaba el olor de esta escena. Poderosa y pretérita. Miré alrededor, pero la penetrante esencia se había esfumado sin dejar huella. El pasillo de la tienda estaba vacío. No puedo adivinar quien destapó el frasco del perfume de mi memoria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Conozco esa sensación, un olor y también un sabor te devuelven realidades escondidas

Anónimo dijo...

Entre las aromas de mis recuerdos guardo dos concretas.

Mi mascota pepe el pez

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