
Yo, que no he resuelto mi conflicto interno con el ‘no’, invariablemente accedo a todas sus peticiones, por más que excedan de la consabida tacita de sal. Soy como un Lupa veinticuatro horas todo gratis porque, en realidad, nada retorna nunca a mi despensa.
Cuando se casó su hija mayor, embarazada de un guardia civil, me pidió que le dejase hacerse fotos vestida de novia en mi salón, “delante de los libros, que queda muy fino”, espetó. La biblioteca de Soco –siempre en chandal y con la cajetilla de Ducados en la riñonera, siempre labios rojos y siempre un taco en la punta de la lengua- se compone de un libro de lengua española de tercero de EGB, dos ejemplares de la colección de Los Cinco, el manual del video, el catálogo de Ikea y la guía telefónica. “Más no, que recarga el mueble”, justifica con naturalidad. En realidad, en su casa prescinden hasta del revistero. A veces manda al pequeño a pedirme el periódico. “Que no esté fresco –advierte- que mi madre le quiere para limpiar los cristales”.
Aun con todo, me parece que les he cogido cariño porque me mantienen en conexión con una realidad que no sale en los periódicos. Con la ausencia de interés por la información y la política. Con los apuros para comer todos los días del mes.
Soco y su familia han discutido hoy. Como los ancianos tabiques de mi casa son permeables a las conversaciones, de repente, estaba en su cocina ejerciendo de testigo indiscreto de reproches y escenas íntimas que mis oídos no tenían que haber registrado. Podía adivinarla con sus tacones y el Ducados entre los labios. “A dónde voy a ir yo, desgraciado, con esta edad, cuatro hijos y dos gatos. Yo no espero que George Clooney entre por esta puerta y me ponga un piso, pero tú eres un inútil. ¡Anda, sube arriba y pídele a la vecina unos huevos, patatas y algo de aceite, que no me apetece ni bajar al Lupa a comprar la cena, desgraciado!”.
Aun con todo, me parece que les he cogido cariño porque me mantienen en conexión con una realidad que no sale en los periódicos. Con la ausencia de interés por la información y la política. Con los apuros para comer todos los días del mes.
Soco y su familia han discutido hoy. Como los ancianos tabiques de mi casa son permeables a las conversaciones, de repente, estaba en su cocina ejerciendo de testigo indiscreto de reproches y escenas íntimas que mis oídos no tenían que haber registrado. Podía adivinarla con sus tacones y el Ducados entre los labios. “A dónde voy a ir yo, desgraciado, con esta edad, cuatro hijos y dos gatos. Yo no espero que George Clooney entre por esta puerta y me ponga un piso, pero tú eres un inútil. ¡Anda, sube arriba y pídele a la vecina unos huevos, patatas y algo de aceite, que no me apetece ni bajar al Lupa a comprar la cena, desgraciado!”.
2 comentarios:
muy bueno. me he reído un montón. digno de una peli de casen. Y espero que no lean tu blog!!!! por cierto, no tendrás un poco de salami por ahí para dejarme?
JOoooo!! Es que la Soco es 'asín' como lo cuentas. La de anécdotas que nos ha proporcionado esa mujer...
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