miércoles, 7 de noviembre de 2007

Mi vecina Soco

Mi vecina Soco no es de esas que se conforma con llamar a mi puerta de vez en cuando pidiendo sal. Sus demandas son mucho más extravagantes. Pide incluso luz. Cuando Viesgo le corta el suministro por falta de pago, me despierta los sábados por la mañana con el enchufe del cable alargador, que siempre tiene a mano, para conectarse a mi corriente y poder pasar la aspiradora. Aprovechan toda la mañana. Lavan los chandals (nunca les he conocido otro atuendo) en la lavadora y ponen música. Soco me dice que tiene una avería y yo nunca preguntó a cuánto asciende la deuda. No es raro que, en los últimos días del mes, tenga antojo de tortilla y necesite media docena de huevos para hacerla; ni que, regularmente, se haya quedado sin detergente e incluso sin ese esmalte rojo que te ha visto en las uñas el día anterior.
Yo, que no he resuelto mi conflicto interno con el ‘no’, invariablemente accedo a todas sus peticiones, por más que excedan de la consabida tacita de sal. Soy como un Lupa veinticuatro horas todo gratis porque, en realidad, nada retorna nunca a mi despensa.

Cuando se casó su hija mayor, embarazada de un guardia civil, me pidió que le dejase hacerse fotos vestida de novia en mi salón, “delante de los libros, que queda muy fino”, espetó. La biblioteca de Soco –siempre en chandal y con la cajetilla de Ducados en la riñonera, siempre labios rojos y siempre un taco en la punta de la lengua- se compone de un libro de lengua española de tercero de EGB, dos ejemplares de la colección de Los Cinco, el manual del video, el catálogo de Ikea y la guía telefónica. “Más no, que recarga el mueble”, justifica con naturalidad. En realidad, en su casa prescinden hasta del revistero. A veces manda al pequeño a pedirme el periódico. “Que no esté fresco –advierte- que mi madre le quiere para limpiar los cristales”.
Aun con todo, me parece que les he cogido cariño porque me mantienen en conexión con una realidad que no sale en los periódicos. Con la ausencia de interés por la información y la política. Con los apuros para comer todos los días del mes.
Soco y su familia han discutido hoy. Como los ancianos tabiques de mi casa son permeables a las conversaciones, de repente, estaba en su cocina ejerciendo de testigo indiscreto de reproches y escenas íntimas que mis oídos no tenían que haber registrado. Podía adivinarla con sus tacones y el Ducados entre los labios. “A dónde voy a ir yo, desgraciado, con esta edad, cuatro hijos y dos gatos. Yo no espero que George Clooney entre por esta puerta y me ponga un piso, pero tú eres un inútil. ¡Anda, sube arriba y pídele a la vecina unos huevos, patatas y algo de aceite, que no me apetece ni bajar al Lupa a comprar la cena, desgraciado!”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno. me he reído un montón. digno de una peli de casen. Y espero que no lean tu blog!!!! por cierto, no tendrás un poco de salami por ahí para dejarme?

Anónimo dijo...

JOoooo!! Es que la Soco es 'asín' como lo cuentas. La de anécdotas que nos ha proporcionado esa mujer...

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