miércoles, 28 de noviembre de 2007

La última función


Uno tiene la familia que le toca, no la que elige y, en su saber, la naturaleza salpica a los impresentables de forma aleatoria en cada una de ellas, para que en las cenas de Navidad, bodas y entierros todos puedan renegar de su correspondiente bufón. Cuando no toca en el sorteo, se adhiere por vía política. Todo el mundo tiene un tío con una excesiva querencia al alcohol, una cuñada envidiosa y frustrada fanática de las imitaciones de saldos y mercadillos, una tía abuela de esas que huelen a naftalina con tendencia al monólogo, un tipo hipocondríaco, una histérica y algún ridículo con pretensiones de doctor que va por la vida haciendo diagnósticos y recetas. De forma que los impresentables, en toda su gama, no son precisamente una especie en peligro de extinción. Uno esquiva como puede esta fauna e inventa excusas para no desperdiciar domingos en fastidiosas convocatorias familiares. Lo malo es que aparecen siempre que el patriarca de turno empieza a ver pasar los títulos de crédito de su vida y en cuestión de vida o muerte, hasta que llega el cartel de fin, se convierten en protagonistas y no ahorran esfuerzo dramático alguno para reparar de un plumazo la indiferencia acumulada en el pasado. Las plañideras se colocan a los pies de las camas de las abuelas que no han visitado en siete años, le toman la mano con fingido afecto y se interesan por su temperatura. El resto nos apartamos para que ocupen la primera fila en el funeral y les aguantamos los clines. Mientras, ellos hacen intensos esfuerzos por retorcer su rostro en un puchero con apariencia lastimera hasta conseguir que resbale alguna lágrima por sus mejillas en un patético espectáculo de dramática hilaridad. La función no acaba hasta que se baja el telón y en el teatro, como en la vida, cuando uno llega tarde, no puede pretender interrumpir la escena para sentarse en primera fila.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los impresentables, en toda su gama y de todas las especies, también son hijos de dios, quiero decir hijos de madre y padre, y forman parte de alguna familia. Lo jodido es cuando alguno de ellos forma parte de la propia y se añaden como lapas con motivo de cualquier evento sea festivo o funerario.
Quizá por ello, yo he siempre he reducido mi ámbito familiar al mínimo a costa de la etiqueta de poco cariñoso, despegado y otras lindezas.

Mi mascota pepe el pez

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