domingo, 4 de noviembre de 2007

Lalín se cambia de casa


Mudanza. Me he comprometido a ayudar a Lalín con los últimos detalles de la mudanza de su casa. Cambiar de hogar parece un asunto serio pero, en realidad, no es más que cambiarse el envoltorio porque la esencia vital se guarda en cajas de cartón que transitan de un espacio a otro. Las pertenencias, como las casas, siempre huelen a uno. Son la textura de nuestro particular pretérito.

Me doy cuenta de que he habitado nueve casas. Y que tres de ellas, incluido la que ahora ocupo, han sido buhardillas. Las mudanzas son siempre tristes, aunque uno se traslade a un espacio más cálido. Supongo que eso es porque hay que meter los recuerdos en las maletas y los cromos de nuestra vida pasan por delante de nuestros ojos en un nostálgico desfile. Tal vez, el pretérito es presente sólo durante ese tiempo de tránsito. Después, se llega a la nueva casa, se saca de las maletas y se vuelve a encerrar en los armarios.


Nunca llega entero. Por alguna razón que se me escapa, uno siempre pierde algo de sí en las mudanzas que hace y, al abrir una caja, se echa en falta un detalle o una prenda. Me gusta pensar que en un descuido alguna de mis pertenencias abandona la maleta y se esconde en la casa vacía. Y que son cosas que no llegan al nuevo hogar porque han preferido quedarse allí, ocultos a la vista de sus nuevos dueños.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

las peores mudanzas son las de las separaciones. uno ve como el otro no solo mete en las maletas sus pertenencias sino tambien los años compartidos...

Anónimo dijo...

Vaya horas de estar despiertos ¿Aquí no duerme nadie?

Anónimo dijo...

Me ha gustado, Pe. Dentro de poco tengo yo mudanza y no pienso ser tan descortés como para invitarte a cargar con cajas. Salud

otilia dijo...

Muy acertado Penélope. ¿Por qué en todas, absolutamente todas las mudanzas siempre se olvida algo en la casa que dejas, por mucho que la revises?. Siguiendo tu teoría, mi plano de Londres decidió quedarse en Aragón, supongo que los veranos son mas cálidos que en el norte y por eso, pobrecillo, no quiso venir conmigo. Un besazo

Anónimo dijo...

Hacer mudanzas de otros es todavía más estimulante. Llenas las maletas con la vida de otro, es lo que tiene cuando te invitan a empacar la intimidad.

Anónimo dijo...

Me sumo a las felicitaciones por el texto. Es una reflexión bonita y real. En todos los cambios de casa algo desaparece misteriosamente.
Penélope, ayuda a ese chico con la mudanza.

Anónimo dijo...

Pénelope, me has dejado sin palabras. Recién llegado de Madrid, después de leer tus palabras, me pregunto si alguna vez tendré el valor suficiente de hacer una mudanza que ya empieza a ser "obligada". No tengo muy claro si es que no quiero hacerla o si tal vez no encuentre cajas suficientes para guardar en ellas tantos y tantos buenos momentos.

Anónimo dijo...

Nunca olvidaré tu mudanza de Madrid. Viniste hasta Santander llorando durante todo el camino.

Anónimo dijo...

Yo creo que la peor mudanza fue Bilbao, de hecho, Penélope aún no ha terminado de mudarse a ningún otro lugar. En realidad, ya es de aquí, aunque se empeñe en permanecer censada en Santander.

En el ático del Casco Viejo, en la calle del Víctor número 4 todavía hay una caja sin cerrar y una dirección en el buzón, que nadie ha borrado nunca.

Todavía espero a que regrese su dueña.

Un beso enorme, por los abrazos que compartimos.

Anónimo dijo...

El hogar de la calle del Víctor... fue la casa de todos. Recuerdo las fiesta, los cafés, las tertulias. Nunca cerraron por vacaciones.

Anónimo dijo...

La risa de Penélope inundaba Ripa, Bilbao, Gasteiz y llegaba hasta la rioja alavesa ¡Gora Leza!

Espero que aún te quede un traslado

Mi mascota pepe el pez

Geo Visitors Map
Powered By Blogger